sábado, 27 de diciembre de 2008

Conociste al hombre y le ungiste con tu amor

Conociste al hombre qué no podía estar triste.

El te miro como quien descubre la verdad.

Y el hombre se convirtio en niño.

El niño olvidado.

Solo tu conociste en el hombre la sombra de lo desconocido.

Fui un poema continuo de ausencia.

Sentías el no yo de su presencia.

El sonreía, su alma sonreía como aquel qué vuelve de la tristeza de quien besa el viento con quimeras.

Ahora estas en ese universo donde se extiende la conciencia.

Es hermosa esa felicidad.

Ha sido tan luchada por el dolor del alma de quien sueña otra posibilidad. Otra forma de vivir, otra forma de amar.

Conociste al hombre y al hombre le hiciste temblar.

Meciste su alma como el aire en el estío mece el trigo, tan suavemente, como si estuviera dormido.

Este momento, en el qué te hablo, cuando no me has visto, el hombre qué te amo ha llegado a expandirase por el infinito del no amor qué tantas veces hemos soñado.

Me ungiste el corazón de quien tan triste se te había acercado.

Llegue hasta aquí, el resto tengo qué soñarlo.

...no le busques sentido, no lo tiene.

miguel mochales, maestro zen

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